Hablar de cómics o de películas hoy, es hablar sobre la hegemonía artística del Imperio de los Estados Unidos. Quizás en el ocaso del capitalismo brutal atestiguaremos el cambio de escena, pero es probable que también sea el ascenso de la producción cultural de la respetable y esperada República Popular China (por favor no me manden a un campo de concentración, soy un escritor indefenso). Por eso me disculpo de antemano por no ahondar en la producción gráfica local, y preferir los personajes más gringos conocidos en este artículo. Porque, por supuesto, los superhéroes son lo más gringo que existe, después de los vaqueros comiendo McDonald’s.
Antes de los cómics, estaban las revistas Pulp, en la primera mitad del siglo XX. Entonces se popularizaron personajes como Tarzán, de Edgar Rice Burroughs, o el Fantasma que Camina, de Lee Falk. En 1912 y en 1935, respectivamente, los personajes y las tramas mostraban un cambio crítico del enfoque o ideal urbano a lo selvático. Del dandy al “buen salvaje” (si se me permite). El destino manifiesto se manifiesta en estos dioses blancos de la selva que salvarán a los animales y territorios vírgenes. Dios nos libre de los activistas territoriales de tonalidades dérmicas más oscuras u poblaciones originarias. El gringo te muestra la importancia del bosque, y el gringo salva el día. Los que nos presenta la cuestión moral ancestral: “Es mejor un gringo ecologista o un gringo capitalista despiadado?”. No sé si haya diferencia, la verdad, pero por lo menos tenemos mucho material para no contestar esa pregunta.
Anticapitalismo de lado. Estos personajes abrieron las puertas a los superhéroes que llenan nuestras fantasías, viñetas y pantallas de cine. El superhéroe clásico, ya no resiste el análisis sociopolítico. Resulta cada vez menos soportable el vigilante millonario que zamarrea delincuentes con la propiedad del patrón de fundo palomeando rotos. Por lo que ya en los 80’s emergen crisis cósmicas y ambientales para renovar a los salvadores.
Con la llegada de los escritores británicos al comic norteamericano, llegan las temáticas más oscuras y antisistema. Alan Moore (V de Vendetta, Watchmen) tuvo como una de sus primeras misiones en DC (Su enemigo mortal en la actualidad) la reinterpretación del personaje “Swamp Thing”. El comic original de los 70’s era una revisión de Frankenstein en territorio cajun: Una explosión química en un pantano convierte a un inocente botánico en un monstruo 50% cosa y 50% pantano. El aporte del “Mago de Northampton” fue lograr que “la Cosa”, descubriera que nunca fue humano. La muerte del científico Alec Holland en la explosión generó un shock emocional y etérico tan potente en el ecosistema local de Marais, que el mismo elemental regente, aunque latente, sufrió las consecuencias, confundiéndose en la identidad del hombre. Moore relata las desventuras de la Cosa del Pantano, que es más cosa y pantano que nunca, peleando contra Batman, Superman, y posteriormente dejando su cuerpo físico para explorar planos de conciencia vegetal en la tierra (El Verde) y en el espacio exterior. Sí, chakras, linternas verdes, ecología. ¿Qué más puede uno pedir? La crítica ecológica en esta serie no es muy profunda, pero sí levanta cuestiones filosóficas y morales, al mostrarnos el fuero interno del mundo vegetal, y nos adentra a cuestiones esotéricas sobre la conciencia y desarrollo conjunto que mantenemos con la flora (de los pantanos y el espacio). De alguna manera, la visión antropocentista individualista protectora del status quo pasa a preguntas cosmológicas y cuestionamientos socioculturales.
Siguiéndole la pista, y hasta plagiándole (según Moore), aparece el escocés Grant Morrison (Los Invisibles, Doom Patrol). Esta vez le encargaron reinterpretar al superhéroe Animal Man (sí en esa época ya estaban reciclando todo. Los gringos no producen nada nuevo desde la 2da Guerra). Como su nombre explicita, es un personaje de mierda y genérico. Un superhéroe que puede canalizar la capacidad de cualquier animal. La gracia, es que Morrison le entrega una crisis existencial y empática, que lo lleva rápidamente al activismo, ecoterrorismo animalista, y finalmente a una búsqueda ontológica que revienta la cuarta pared en los comics. “Te veo” dice Animal Man mirándote a la cara. De nuevo, el tema ecologista es tocado someramente, pero pionero y drástico.
(Sí. Aparece un imbunche en la Cosa del Pantano).
En mi opinión, el aporte superheróico o comiquero en el ámbito ambientalista o ecologista es superficial y cosmético. Pero dada la masificación del medio, no es menor el impacto e influencia en niños, adolescentes (y viejotes como uno) sumidos en la desinformación de 1984 (¿O es Un Mundo Feliz? Se me confunde en qué Distopía estamos). Hoy en día puedes comprar fácilmente los tomos completos de las dos obras que mencioné, y tan fácilmente bajarlas pirata en internet. Son obras excelentes, así que espero no haberlos disuadido con mi falta de dulzor. En alguna próxima entrega podemos hablar de otros superhéroes imperialistas (e.g: Capitán Planeta) y revisar algunas obras actuales y locales.
*Mención especial para Harvey Birdman. El antiguo superhéroe amarillo y volador, que tuvo que reinventarse como abogado. En uno de sus episodios debe defender la demanda de la Familia Supersónico, que reclaman por el fin de su civilización futurista (del lejano año 2001) debido a la negligencia ambiental de la sociedad actual.
**A propósito de superhéroes y fascismo, los invito a ver el video de Beno Espinoza: “Capitán Clase Media”. https://www.youtube.com/watch?v=jNfHQb03unI
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Ignacio Campos Sepúlveda
Periodista, Universidad de Concepción
Compositor musical, Projazz
Autor de la novela "Kalku: el Horror de Machicura"
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